Hace poco tiempo acudí al Valle de los Caídos en la sierra de Guadarrama (Madrid). Era consciente de que estaba viendo por última vez un lugar mágico e histórico de nuestra historia pasada. Un lugar semejante a los viejos castillos medievales que pueblan nuestra geografía, o a las viejas pirámides egipcias. Centros cargados de fuerza enigmática, mística y esotérica que, en el caso del valle, desaparecerán a no mucho tardar fruto del modernismo que arrolla todo a su paso sospechoso de no encajar en su visión políticamente correcta.
A la mente me vienen los budas de Afganistán destrozados con dinamita cuando los talibanes consideraron, que el pasado histórico de su país no encajaba en su concepto ideológico salafista, razón por lo que debían destruir para la eternidad todo pasado histórico previo.
O la novela e Orwell, 1984, donde el estado y su policía del pensamiento, se esforzaba por rastrear y borrar la historia que no encajaba en el discurso políticamente correcto del gran líder. Rastreando y eliminando notas de prensa, periódicos, o libros que contaban otra verdad, demostrando un pasado que no interesaba al sistema gobernante.
De esta forma resultaba más fácil modificar y controlar la educación y pensamiento de la sociedad orweliana. Todos repetían lo mismo, todos aceptaban lo mismo, todos valoraban lo mismo, y todos asumían una única forma ética y moral del bi@n y el m@l.
Los que no aceptaban, dudaban, investigaban, o discrepaban, eran perseguidos por la policía del pensamiento. Censurados, re educados, y en el peor de los casos eliminados.
Franco venció en una guerra civil manteniéndose en el poder durante 40 años. Murió hace casi 45 años. Es decir, llevamos más tiempo sin Franco que Franco estuvo en el gobierno. Durante estos 50 años, España ha entrado en la OTAN, en el FMI, en la UE. Ha perdido soberanía, se ha globalizado, dejó atrás la autarquía, no tiene independencia económica, hay drogas, bandas latinas, decadencia juvenil, violaciones en manada… Cada día que pasa nos asemejamos más a cualquier barrio de la capitalista EEUU, que al Berlín de la RDA, el Moscú soviético, o la Roma de la república italiana de Mussolini.
A pesar de todo, en las escuelas orwelianas se repite a modo de mantra sistematizado por los educadores del sistema con programas apoyados por el sistema para crear anti sistemas, un mismo discurso… antes se vivía peor. Demos gracias al gran líder por liberarnos de los tiranos.
De esta forma se elude la responsabilidad de los gobiernos en funciones y sus fracasos desde hace 50 años. Ellos no son culpables, la culpa es del maligno 666, cuya maldad era tal que aun está presente a pesar de haber pasado medio siglo sin él… y lo que nos queda. Toda religión necesita una bestia inmoral frente a la que la moralidad predicada por el sistema sea el único camino para la salvación ética del buen ciudadano.
En fin, regresando a mi visita al Valle de los Caídos, y por no apartarme más de tema. Os diré una cosa… visitarlo, visitarlo antes de que los “budas afganos” versión española desaparezcan de por vida. Da igual si sois franquistas, anti franquistas o simplemente os da igual. Visitar el lugar con la mente abierta y despejada de pecados impuestos por la corrección política moral en la que vivimos. Estáis haciendo historia, caminando por un lugar que va a ser história.. que nadie os cuente dentro de 4 años, como era, o como fue. Vivirlo para que no os engañe el sistema al más puro estilo orweliano.
Yo llegué con una amiga de Cataluña en Abril del 2019. Hacía no menos de 20 años que no iba. El lugar es fascinante desde su entrada. Se asciende por una carretera serpenteante rodeada de bosques de pinos impenetrables dejando ver poco a poco la gigantesca cruz de la montaña al pasar por puentes, claros y valles que preceden a la explanada del monumento.
En ese ascenso es donde tenemos nuestro primer encuentro esotérico al toparnos con dos columnas llamadas “los juanelos”. Están en medio de la nada, sin valor arquitectónico ninguno, no tienen función real en la estructura. ¿Qué hacen ahí?.
Fueron traídas desde el Escorial, mandadas construir por Felipe II imitando las columnas del templo de Salomón. Representan la dualidad de los dos principios eternos de la naturaleza, el principio femenino y el principio masculino. El bien y el mal, la luz y las tinieblas de reminiscencias kabalisticas.
Poco a poco entre colinas, surge la monumental cruz. La más alta del mundo, visible a mas de 40 km de distancia. Todos los que habéis circulado por la carretera de la Coruña la habéis visto. 150 metros de altura y 46 metros de largo en sus brazos.
En su base los tetramorfos, figuras religiosas vinculadas a sus tótem animales: el águila, el toro, el león y el hombre alado.
Curioso decir que estos animales están vinculados simbólicamente con los equinoccios y solsticios entre los milenios V y VI antes de Cristo. El toro es Tauro, el León Leo, el Aguila Escorpio,y el hombre alado Acuario. Son las constelaciones sobre las que tuvieron lugar el soslticio de verano, equinoccio de otoño, y el soslticio de invierno V siglos antes del nacimiento del profeta bíblico.
Una representación además que, según la tradición alquimista, correspondería a los cuatro elementos básicos rodeando al Pantocrátor, el "quinto elemento", el unificador. Y tras ellos, las virtudes cardinales cristianas, prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Adaptadas de la excelencia política de los griegos, que consistía en el cultivo de la virtud de Andreia, la valentía, Sofrosine, la sensatez, Dicaiosine, la justicia, que formaban todas ellas al ciudadano, y a las que Platón añadió una más, la prudencia.
Al llegar y tras bajar del coche nos recibió un viento frio que llegaba desde las lejanas montañas nevadas en el horizonte. Todas hijas de la misma geografía carpeto vetonica del Guarrama. O como contaba Alfonso X el sabio, la sierra del Dragón.
Rápidamente se puede ver una estructura titánica y gigantesca a modo de “palco” con vistas a la inmensidad del valle de Cuelgamuros. 30.600 metros de superficie, todo te hace sentir pequeño frente a la inmensidad.
A la espalda, y tras recorrer un camino asfaltado presidido por dos águilas de San Juan talladas en la roca de unos 3 metros de altura a ambos lados de una gigantesca puerta de madera, entras en el interior de la tierra. La experiencia fue mágica, y me recordaba mucho al capitulo del señor de los anillos en el que la comunidad llega a Moria, la vieja mina del enano escavada en el interior de una montaña.
Todo es gigantesco, gloriosamente gigantesco, avasallante y espectacular. El suelo de mármol negro bajo un techo circular a unos 10 metros de altura inicia un camino de iniciación bajo la montaña hasta llegar a la tumba de Franco y José Antonio. Como todos ya sabéis, a José Antonio le fusilaron los republicanos en el previo de la guerra civil. Le habían encarcelado, y cuando la cosa empezaba a ponerse tensa, le sacaron de la cárcel y le fusilaron. Como hicieron con otros muchos políticos y pensadores.. Entre ellos Pedro Muñoz Seca, intelectual y autor de teatro español.
El lugar está cargado de guiños esotéricos y místicos, muchos de ellos propios del mundo simbólico con reminiscencias paganas.
Franco recorrió en muchas ocasiones la sierra del Dragón (Guadarrama) buscando un enclave para su proyecto, hasta que finalmente localizo en paraje del Risco de la Nava, situado en línea directa con el monasterio del Escorial, y la cima de ese otro lugar mágico y misterioso que es el monte Abantos, a distancia equidistante entre Avila, Segovia y Madrid.
Las esculturas gigantescas a la par que oscuras, enigmáticas y misteriosas de Juan de Avalos. Dan un toque especial a todo el camino. El ambiente es raro, místico, parece irreal, propio de otro mundo.
10 escalones te hacen descender en un enorme pasillo bajo la montaña. 10 escalones te hacen ascender bajo la montaña. El ascenso y descenso iniciático del alma previa a tocar un plano superior de consciencia en ruta hacia la sabiduría. Las esferas del árbol de la vida representado en cada uno de ellos, el viaje del alma hasta alcanzar a Dios.
En nuestro viaje, a mitad de camino, nos encontramos con unas figuras misteriosas suspendidas en la pared de piedra. Figuras encapuchadas de corte oscuro, que vigilan el camino del caminante antes de llegar a la Cripta.
Es ahí donde nos topamos con 2 gigantescos arcangeles confeccionados con el bronce de los cañones utilizados en la guerra. Sus alas levantadas, apoyados los brazos cada uno de ellos sobre la empuñadura de una espada hincada en los plinios.. su actitud vigilante y meditada. Son Angeles de la guerra custodios del lugar, reminiscencias, como otras muchas, de un paganismo presente aun en el mundo cristiano actual.
Nuevamente descendemos 10 escalones, una vez más la numerología mágica que nos conduce a la gran nave ubicada a nivel mas bajo, creando la sensación de un descenso y ascenso.
Está dividida en tres tramos -con grandes arcos fajones– con seis capillas, tres a cada lado, número simbólico de la Trinidad, en los que encontraremos distintas Vírgenes como patronas de los Ejércitos de tierra, mar y aire.
Intercalados entre cada capilla cuelgan ocho tapices dedicados al Apocalipsis de San Juan de una colección flamenca del siglo XVI, que fue adquirida por Carlos V y traída a España por Felipe II.
Después, otra escalinata de diez escalones, por la que alcanzaremos el crucero y el altar mayor, todo ello rodeado por ocho estatuas, ángeles guerreros, sobre pilastras, de vestiduras toscamente labradas que contrastan con el pulimento de rostros y brazos, con la cabeza inclinada y cubierta. Todo ello vinculado al número ocho, la representación del infinito, relacionado con la estrella de ocho puntas de Salomón, el número de escalones que llevaban al atrio interior del Templo de Jerusalén y, en la antiguedad, con la iconografía de serpientes entrelazadas del caduceo del dios griego Hermes, símbolo del equilibrio entre fuerzas del bien y del mal.
En el centro del crucero y en verticalidad con la cruz monumental del exterior, aparece el altar mayor, una gran losa de granito pulimentado de una sola pieza. En el frontal, la representación de la Última Cena y a los lados de nuevo los tetramorfos con reminiscencias astrológicas y zzodiacales vinculadas a solsticios y equinoccios.
Ya en el centro encontramos un Cristo crucificado en madera de enebro, árbol sagrado para los celtas, vinculado al simbolismo de la fuerza y la longevidad. Dicen que fue cortado por el propio Franco en los bosques de Rio Seco (Segovia). ¿Por qué fue Franco a buscar un enebro especialmente, cortando el con sus propias manos el árbol, cuando todos los alrededores están plagados de pinos y robles? .
Rodeando la cruz y las tumbas de José Antonio y Franco a modo de guardiales gigantescos de 7 metros de altura en una cúpula circular. Cuatro figuras encapuchadas, sin rostro, parecen observarnos. San Miguel, con espada el mano, San Gabriel, San Rafael con bastón de mando, y Azrael, guardían entre el cielo y la tierra.
Tras la visita y llegando al fondo en este camino iniciático. Retornamos el viaje de vuelta. Un viaje de regreso a través del interior de la tierra de una cueva, de la oscuridad que abre su puerta para el vencedor del viaje a la luz del día donde iniciamos nuestro viaje.
Recuerdo ahora los miles de rituales paganos a través de toda la historia, en los que los hombres se retiraban al interior de las cavernas, úteros de la madre tierra. Para encontrarse así mismos en viajes espirituales, regresando como nuevos nacidos al salir de la cueva nuevamente al mundo de la luz. ¿tendrá alguna reminiscencia similar el transito de la cueva en el valle?. ¿Porque Franco dedico tanto esfuerzo a esta empresa, cuando él mismo decidió no ser enterrado dentro?.
El Valle nunca fue visto como un mausoleo, el general pretendió siempre ser enterrado en el Pardo, no en el valle. Enterrarlo en el valle fue una decisión política de última hora tras su muerte. ¿Que pretendía Franco con todo ese esoterismo y simbolismo encerrado en el Valle de los Caidos?.
Nadie lo sabe y nadie lo sabrá. En unos meses todo será sepultado y borrado de la historia. Reconstruido y re direccionado al pensamiento políticamente correcto al mas puro estilo orweliano. Nadie conocerá el pasado, solo se conocerá lo que el sistema y sus medios de educación nos cuenten de él. De ahí la importancia de visitarlo aun a día de hoy. Para ver con el paso de los años como el sistema dictatorial del pensamiento único nos miente y nos dice como fue una época que nosotros vivimos, contemplamos, y paseamos por sus muros en un tiempo en el que nadie nos tenía que decir como fue, lo vivimos.
