domingo, 6 de mayo de 2018

Un paseo por los viejos bosques de la casa de campo

Desde que tengo uso de razón recuerdo caminar por estos bosques en la impopular casa de campo de Madrid. Y digo bien, "impopular", ya que durante los años 80 fue una zona poco frecuentada por la gente, de la que se escuchaban historias realmente macabras relacionadas con reuniones de sectas  durante las noches. Probablemente leyendas urbanas mas que realidades, fruto del desconocimiento que la gran mayoría de ciudadanos tenían sobre un espacio poco frecuentado mas allá de las zonas de ocio (merenderos, teleférico y parque zoológico). 

En aquellos años la casa de campo era muy diferente a como es hoy. Gran parte del gigantesco parque estaba asfaltado y los coches podían entrar hasta zonas realmente recónditas y escondidas. Algo que afortunadamente hoy no sucede. En los años 90 la cosa cambio y el parque solitario se convertía al anochecer en al mayor prostibulo de Madrid. Esto significaba indirectamente gamberros, chusma, ajustes de cuentas, mafias del este de Europa, algún que otro tiroteo, y en lineas generales un ambiente muy podrido y poco recomendable

Fueron esos años en los que la gente de Nazgul y Wolfilas solíamos ir a pasar las noches en el bosque cansados de las discotecas heavys de Madrid. A mediados, finales de los años 90, quedábamos en la plaza de Callao de Madrid y de ahí bajábamos hasta un pub heavy que muchos conocerán, el Afterdark. Después de madrugada nos metíamos en los coches y tirábamos para casa de campo en busca de algo mas de tranquilidad. Allí teníamos ya un lugar en una zona del bosque cercano al cerro Garavita donde pasar la noche hasta la madrugada bebiendo cerveza y escuchando black metal con los maleteros de los coches abiertos. Rara vez nos encontrábamos con nadie por allí, y a decir verdad nunca tuvimos el mas mínimo incidente.

Desde entonces, y como ya he dicho, la casa de campo es un lugar al que suelo ir mucho en busca de calma y tranquilidad. Algo que se agradece cuando eres de una ciudad como Madrid. Nunca he dejado de pasear por sus campos y sus zonas arboladas. Precisamente el otro día me acerque después de unos cuantos meses sin hacerlo, y pude comprobar de primera mano como el verdor de la primavera se va abriendo paso poco a poco por todos sus campos y valles. El bosque ha sido desde siempre un lugar en el que he encontrado calma, tranquilidad y una dosis importante de misticismo que me ha inspirado para muchas de las letras de Nazgul



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